EL FARMACÉUTICO CLÍNICO EN LA LUCHA CONTRA LAS ENFERMEDADES CRÓNICAS NO TRANSMISIBLES

Gerardo Álvarez Álvarez, Gilberto Rodríguez Álvarez

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Resumen

El origen de las farmacias se remonta al siglo XV a.C, en la Grecia antigua, y se corresponde con la génesis de la profesión médica. El medico-Dios más célebre de esa época era Asclepios para los griegos y Esculapio para los romanos1; se creía que tenía un origen humano y divino a la vez. Asclepios tuvo varios hijos, y una de sus hijas fue Panacea, “la que todo lo curaba”, y de ahí proviene el término farmacia. Esta sinopsis evidencia el surgimiento de una institución importante del desarrollo de la humanidad para la prestación de los servicios sanitarios de cualquier país.

En Cuba, el primer boticario o protofarmacéutico fue Fray Eligio de Torcremata, quien residía en la calle Mercaderes de la Villa de San Cristóbal de La Habana; era un italiano que se había radicado en la isla a mediados del siglo XVIII, aunque en el resto de las villas también existían protofarmacéuticos en la época2. Desde entonces, la botica o farmacia fue un próspero negocio en el que se ofertaban remedios, y posteriormente medicamentos, para que los enfermos retornaran a su estado hígido.

Las farmacias modificaron su perfil de servicios; además de medicamentos, se podían adquirir artículos cosméticos fundamentalmente, pero, en esencia, su actividad se basaba en el expendio de fármacos necesarios para el restablecimiento de la salud y poder vencer las enfermedades.


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