INFORME DE CASO
Cromomicosis. Presentación de un paciente
Chromomycosis. A case report
Dra. Mabel González Escudero1, Dr. Sergio Morales Piñeiro2, Dra. Tatiana Morales Morera3
1.
Especialista de Primer Grado en Medicina General Integral y de Segundo Grado
en Dermatología. Máster en Educación Superior en Ciencias
de la Salud Hospital Mártires del 9 de Abril. Sagua la Grande,
Villa Clara. Asistente. Correo electrónico: yailinro@undoso.vcl.sld.cu
2. Especialista
de Segundo Grado en Ortopedia y Traumatología. Hospital Mártires
del 9 de Abril. Sagua la Grande, Villa Clara. Profesor Auxiliar.
3. Medico
General Básico. Residente de segundo año de Medicina Interna.
Hospital Mártires del 9 de Abril. Sagua la Grande, Villa
Clara.
DeCS: cromoblastomicosis,
phialophora
DeCS: chromoblastomycosis, phialophora
La denominación
de cromoblastomicosis persiste por la costumbre, aunque ha sido objetada, porque
los hongos que produce la afección no originan esporas ni formación
de yemas (blastosporas) en su vida parasitaria. Es una micosis profunda de localización
subcutánea y evolución extremadamente crónica, con formación
de nódulos y placas verrugosas que pueden llegar a ulcerarse y dar lugar
a masas tumorales papilomatosas, que presentan un aspecto en forma de coliflor
característico. El agente causal son hongos clasificados en la familia
de los dematiaceous, denominados por Borrelli cromomicetos, por
ser de color negro y que ocasionalmente pueden diseminarse por vía linfática
o sanguínea, y afectar ganglios linfáticos regionales, pulmonares
y cerebrales.1
Alexandrino
de Morales Pedroso, en 1911, en Brasil, observa el primer caso de cromomicosis,
y publica, conjuntamente con Gómez, el hallazgo de cuatro casos en 1920.
La primera descripción de la enfermedad, por el médico alemán
residente en Brasil, Max Rudolph, ocurrió en 1914, en un paciente del
estado de Minas Gerais. Lane y Mediar publican en Boston el primer caso en el
que se aísla un nuevo hongo perteneciente al género Phialophora.
Otras especies fueron descubiertas y vinculadas con la cromomicosis en los siguientes
10 años, en ciudades como Rodesia y Hamburgo.2
La enfermedad
es propia de países tropicales y subtropicales, donde se encuentra un
80 % de los casos, mientras que en regiones templadas ocurre un 20 %.1,3
El agente
causal ingresa a través de heridas punzantes, predominantemente en los
miembros inferiores; el contacto con restos vegetales es el mayor factor de
riesgo, aunque puede haber una susceptibilidad genética. Los principales
géneros son: Fonsecae, Phialophora, Cladophialophora (antes Cladosporium
carrionii) y Rhinocladiella aquaspersa3 La Fonsecae pedrosoi y el Cladosporium
carrionii son comunes en áreas tropicales, aunque el primero suele observarse
en la floresta húmeda y el segundo en climas secos.
Se considera
una enfermedad cosmopolita, ya que se ha observado en los cinco continentes,
pero, indudablemente, es en el continente americano donde existe un marcado
predominio.1 Países como Cuba, República Dominicana, Costa Rica,
Puerto Rico, Colombia, Ecuador, Brasil, Bolivia, y casos aislados en Perú,
Argentina y Martinica, en América, y de otras latitudes como Rusia, Finlandia,
República Checa, Rumania, Japón, Nigeria, Italia y Australia,
también han informado la presencia de la enfermedad.1-3
La micosis
se desarrolla en el sitio de un traumatismo transcutáneo, que vehiculiza
la fase saprofitaria del hongo causal; la infección avanza lentamente
en el transcurso de los años, a medida que el agente causal supervive
y se adapta a la condición de huésped. El agente adquiere en los
tejidos, en su vida parasitaria, estructuras multicelulares de gruesas paredes
coloreadas de negro llamadas células muriformes o cuerpos escleróticos
(corpúsculos fumagoides) que se dividen por facetación
y nunca por gemación. La lesión consiste en absceso con tejido
granulomatoso, no contagioso; el granuloma y el componente supurativo consisten
en linfocitos, células plasmáticas, eosinófilos y células
de Langhans.1
La enfermedad
afecta principalmente a adultos entre los 30 y 60 años (67 % de los casos),
predomina en varones en una relación de 4:1, excepto en Japón,
donde ambos sexos son afectados por igual. Hay pocos casos informados en niños;
se observa en todas las razas y es más frecuente entre los trabajadores
agrícolas que caminan descalzos, leñadores y granjeros.2
Generalmente
se comporta como una dermatitis crónica, asimétrica y unilateral;
se observa con mayor frecuencia en miembros inferiores, principalmente en el
dorso del pie, pierna y, en algunas ocasiones, rodillas y muslos (80 %). Los
miembros superiores se afectan en un 18% de los casos, principalmente en el
dorso de las manos y dedos; puede afectar con mucha menor frecuencia cara, cuello,
abdomen y glúteos. La afección puede presentar infección
bacteriana sobreañadida y provocar linfedema, elefantiasis y, ocasionalmente,
carcinoma espinocelular.3,4
El diagnóstico
diferencial debe hacerse con aquellos padecimientos que tienen aspecto verrugoso:
tuberculosis verrugosa, esporotricosis, dermatitis crónica, leishmaniasis,
coccidioidomicosis y micetoma.3 Otras enfermedades que pueden manifestarse igual,
desde el punto de vista clínico, incluyen la blastomicosis, sífilis
terciaria, candidiasis mucocutánea, lupus eritematoso y lepra.
Presentación del paciente
Paciente masculino, color de piel blanca, de 48 años de edad, trabajador de Servicios Comunales, con antecedente de lesión cutánea en el miembro superior izquierdo, de dos años de evolución. Refiere que la afección comenzó en uno de los dedos de la mano como una pápula pequeña, que se ulceró posteriormente. Practicado el examen físico cutáneo, se observó una lesión extensa, en placa hiperqueratósica, de aspecto cicatrizal, que ocupaba hasta el tercio medio del antebrazo izquierdo, con escamas abundantes (Figura 1).
En la Figura 2, se observan lesiones verruciformes periungueales, unilaterales, con aspecto de florecillas de coliflor.
Se
hizo el diagnóstico presuntivo de cromomicosis y se realizaron estudios
micológicos (directo, cultivo y examen histológico), con los siguientes
resultados: en el directo, se observaron estructuras oscuras de color café,
septadas, agrupadas y aisladas, similares a las células fumagoides; en
el cultivo, crecieron colonias de color gris oscuro a negras, con aspecto velloso
y de superficie elevada, y se aisló un hongo dematiáceo (Phialophora
verrucosa); en el análisis histológico, se encontró hiperplasia
pseudoepiteliomatosa y absceso neutrofílico intraepidérmico, dermis
con infiltrado inflamatorio mixto con neutrófilos, microabscesos que
alternaban con histiocitos reactivos, y se observaron, además, estructuras
redondeadas de color café dorado.
Con los datos
clínicos y los estudios micológico e histológico, respectivamente,
se integró el diagnóstico de cromomicosis por Phialophora verrucosa.
Se administró
tratamiento con itraconazol, 300 mg diarios, subdivididos en tres dosis; en
los días posteriores, no se observaron cambios notables en las lesiones.
En estos momentos, el paciente se encuentra bajo tratamiento y estricto seguimiento
evolutivo de los parámetros clínicos y hematológicos.
Comentario
La cromomicosis,
o enfermedad de Pedroso y Lane, aunque no lo parezca, es de relativa frecuencia
en Cuba, pues nuestro país se encuentra entre los de mayor incidencia
mundial, y los estudios realizados demuestran que la frecuencia de micosis subcutánea
es: cromomicosis, en el 75 % de los casos, seguida por la actinomicosis, maduromicosis
y la esporotricosis, en ese orden.5
La cromomicosis
es una enfermedad de larga evolución; del 80 al 90 % de los casos aparece
en las partes corporales expuestas a traumatismos.3 En es nuestro
caso, la lesión es en el miembro superior izquierdo, a diferencia de
lo informado en otros países, como Brasil, Puerto Rico, República
Dominicana, Guatemala y Honduras, donde los obreros agrícolas realizan
generalmente sus labores descalzos, y son los miembros inferiores los más
afectados.5 Este hecho tiene una explicación lógica,
porque este obrero tenía como zona más expuesta los miembros superiores,
al no utilizar debidamente los medios de protección para su labor.
El 70 % de
los casos son asintomáticos. La observación de células
muriformes en escamas o tejido, también conocidas como células
escleróticas, monedas de cobre o esclerotes de Medlar, es la piedra
angular del diagnóstico. Actualmente se han desarrollado procedimientos
moleculares que facilitan la identificación de los agentes causales de
cromomicosis, con mayor precisión y rapidez.3
El tratamiento
de esta enfermedad ha sido y sigue siendo aún -pese al advenimiento de
nuevos y modernos medicamentos antimicóticos- un reto para el dermatólogo.
No existe un tratamiento de elección para esta afección: se han
utilizado imidazoles, terbinafina, anfotericina B, criocirugía o combinaciones
de estos. En lesiones extensas, se recomiendan medicaciones sistémicas;
la mayor efectividad la han demostrado la 5-fluorocitocina y el itraconazol.6
Se decidió
tratar con itraconazol al paciente que se presenta, ya que se encuentra entre
los más efectivos para el tratamiento de la cromomicosis, pues es activo
contra varias especies de hongos, muy bien tolerado, muestra pocos efectos colaterales
y no altera los exámenes de laboratorio marcadamente. Existen informes
de curación, o al menos mejoría, con el uso de esta droga por
tiempo prolongado.7
En el presente
caso, el hecho de no observar cambios en la evolución clínica
del paciente en la primera evaluación después de aplicar el tratamiento
con itraconazol, los autores lo atribuyen al corto período de seguimiento,
ya que los efectos de este medicamento se observan después de intervalos
mayores de tiempo, generalmente luego de las seis semanas. El pronóstico
en este paciente es reservado, pues lamentablemente, aun con terapia sistémica,
el índice de curación no es muy alto.
En las lesiones
pequeñas, la extirpación quirúrgica de toda la lesión
es muy eficaz, incluso la cirugía micrográfica de Mohs.8
En caso de lesiones extensas, se utiliza anfotericín B, aunque con resultados
limitados; itraconazol, terbinafina y posaconazol han sido los medicamentos
con mejor eficacia demostrada. El voriconazol, pese a su elevado costo y prolongado
tratamiento, ha sido igualmente efectivo.6
Estudios
recientes informan resultados promisorios in vitro y en humanos de la terapia
fotodinámica, ya utilizada anteriormente en afecciones cancerígenas
e infecciones bacterianas.9
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1. Sugiyama Y, Suzuki Y, Sugaya K, Tokura Y, Yaguchi T, Kamei K, et al. Chromoblastomycosis caused by Fonsecae a monophora. Med Mycol J [internet]. 2011 [citado 30 mar. 2013];52(3):[aprox. 6 p.]. Disponible en: http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/21891988
2. Sánchez Saldaña L, Galarza Manyari C, Matos Sánchez R. Infecciones micóticas subcutáneas. Dermatol Peruana [internet]. 2009 [citado 4 mar. 2013];19(4):[aprox. 26 p.]. Disponible en: http://sisbib.unmsm.edu.pe/Bvrevistas/dermatologia/v19_n4/pdf/a11v19n4.pdf
3. Vargas Arzola J, Reyes Velasco L, Segura Salvador A, Hernández Hernández F. Cromoblastomicosis por Phialophora verrucosa. Reporte de un caso. Dermatol Rev Mex [internet]. 2012 mar.-abr.[citado 30 mar. 2013];56(2):[aprox. 4 p.]. Disponible en: http://www.medigraphic.com/pdfs/derrevmex/rmd-2012/rmd122j.pdf
4. Marinho Correia RT, Valente N, Criado PR, da Costa Martins JE. Cromoblastomicose: relato de 27 casos e revisão da literatura. An Bras Dermatol [internet]. 2010 [citado 4 mar. 2013];85(4):[aprox. 7 p.]. Disponible en: http://www.scielo.br/pdf/abd/v85n4/v85n4a05.pdf
5. Simón RD, Duque S, Abreu García M. Cromomicosis. Hongos dematiáceos que intervienen en su etiología. Rev Cubana Med [internet]. 1998 jul.-sep. [citado 30 mar. 2013];37(3):[aprox. 5 p.]. Disponible en: http://scielo.sld.cu/scielo.php?pid=S0034-75231998000300002&script=sci_arttext&tlng=en
6. Deng S, de Hoog GS, Badali H, Yang L, Najafzadeh MJ, Pan B, et al. In vitro antifungal susceptibility of Cladophialophora carrionii, an agent of human chromoblastomycosis. Antimicrob Agents Chemother [internet]. 2013 Apr. [citado 20 mayo 2013];57(4):[aprox. 4 p.]. Disponible en: http://aac.asm.org/content/57/4/1974.short
7. Larrondo Muguercia RJ, Gray Lovio O, Abreu Daniel A, Bonito Lovio D. Cromomicosis. Estudio de un decenio. Hospital Universitario Comandante Manuel Fajardo. 1996-2005. Folia Dermatol Cubana [internet]. 2009 [citado 26 jul. 2013];3(2):[aprox. 8 p.]. Disponible en: http://www.bvs.sld.cu/revistas/fdc/vol3_2_09/fdc07209.htm
8. Bada del Moral M, Arenas Guzmán R, Vergara Takahashi L. Cromoblastomicosis en Veracruz. Un caso curado con extirpación quirúrgica. Med Int Méx [internet]. 2012 mar.-abr. [citado 4 mar. 2013];28(2):[aprox. 4 p.]. Disponible en: http://www.medigraphic.com/pdfs/medintmex/mim-2012/mim122m.pdf
9. Pereira Lyon J, Pedroso e Silva Azevedo CM, Marmo Moreira L, de Lima CJ, de Resende MA. Photodynamic antifungal therapy against chromoblastomycosis. Mycopathologia [internet]. 2011 Jun. 4 [citado 20 mayo 2013];172:[aprox. 5 p.]. Disponible en: http://download.springer.com/static/pdf/587/art%253A10.1007%252Fs11046-011-9434-6.pdf?auth66=1380472822_fd063a94608d392d34ed2f5102c3a61c&ext=.pdf
Recibido: 4 de
mayo de 2013
Aprobado:
13 de junio de 2013
Dra. Mabel González Escudero. Especialista de Primer Grado en Medicina General Integral y de Segundo Grado en Dermatología. Máster en Educación Superior en Ciencias de la Salud Hospital Mártires del 9 de Abril. Sagua la Grande, Villa Clara. Asistente. Correo electrónico: yailinro@undoso.vcl.sld.cu
Este artículo está licenciado bajo la licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional .